Una vida de violencia. Roger Javier Poémape Chávez murió, el martes último, acribillado por un sicario en la notaría Velarde Sussoni, en San Isidro. Si en el Perú hay un cartel del narcotráfico, su jefe era Poémape Chávez, aseguran fuentes de la Policía, Fiscalía y la Procuraduría contra el Narcotráfico.
Por eso se teme que su muerte sea parte de una guerra del narcotráfico en el Perú. Conocido como «Roberto Carlos», «Cabezón» o, para su círculo más íntimo, «Javi», desde hace 25 años controlaba el negocio de la droga en el Callao, con mano dura y de manera sangrienta.
Sospechoso eterno. Solo estuvo detenido una vez, entre 1998 y 2002, sin recibir sentencia. Desde el 2010 se convirtió en intocable. Para los jueces del Callao, e incluso de la Corte Suprema de Justicia, era un empresario modelo que generó una fortuna con empeño y sacrificio personal.
En la sombra
La primera vez que se leyó su nombre de manera pública fue, en el 2003, en el expediente por tráfico ilícito de estupefacientes al empresario maderero y exalcalde de Pucallpa, Luis Valdez Villacorta. El chofer de un camión que transportaba droga y otro testigo lo señalaron como el responsable de infiltrar una carga de sustancias ilícitas en un container de espárragos.
La investigación avanzó lenta. Los testigos murieron cuando sus cuerpos se chocaron con «balas pérdidas» y los jueces fueron expeditivos en archivar el caso.
En 2008, la procuradora Sonia Medina logró que la Fiscalía le iniciara una investigación por lavado de activos. Se detectó que luego de abrir una cuenta bancaria con 1.000 dólares, recibió un depósito por 99.278 dólares, de origen desconocido. Pero los jueces del Callao le concedieron un habeas corpus que paralizó la investigación hasta el 2015.