La ansiedad y la depresión los males de nuestro siglo

Escrito por Juan José Ramos Casazola

Cuando una persona sufre una crisis de trastorno de ansiedad o de depresión, es como si cayera en un pozo insondable, oscuro; todo lo ve nublado, como si de repente nada tuviera sentido, se encuentra, de pronto, víctima de una melancolía sin origen, de una angustia inefable, de pensamientos negativos, insensatos, lúgubres, y lo más terrible,  de una desesperación, de un desamparo inexplicable, de una angustia que le tortura y corroe el alma,  porque, en lo más profundo de su ser, sabe lo que le está pasando, no ignora su mal, y es consciente que no puede ser entendido, ni comprendido por nadie, por más que los amigos y familiares intenten confortarlo, consolarlo o  ayudarlo.

Y es que una crisis depresiva o una crisis de ansiedad, se asemeja a la situación de un hombre que se encuentra en la cima de la desesperación.

Un depresivo o un ansioso, no siempre está triste, como creen algunos, a veces puedes verlo sonreír, cantar, bailar o lo puedes ver de lo más bien, pero en el fondo está un alma desgarrada, un espíritu que sufre, muchas veces, sin saber por qué.

Por eso cuando veas a un amigo, un novio, a un familiar, a un esposo o esposa, padeciendo una crisis de ansiedad, trata siempre de entender que, esa persona no lo hace por fastidiar o muchos menos por hacerse la víctima, sino porque lo está sacudiendo una tempestad espiritual y mental, que le resulta inextricable y, lo que más necesita, en ese momento, es amor, comprensión, una palabra bonita, un simple abrazo un te quiero. No hay nada que pueda ayudarlo mejor, que una demostración de cariño, lo peor que se puede hacer, como algunos creen, es hacerlos sentir culpable, porque es como si a alguien que sufre de un cáncer, lo culpes por los síntomas de su enfermedad.

El amor, la paciencia y la comprensión, son los alimentos espirituales para poder ayudar a quienes adolecen de tan espantosa enfermedad, pero no basta sin un adecuado tratamiento médico.

Mi solidaridad para quienes adolecen de tan terribles males.

Deja un comentario