𝗣𝗼𝗿: 𝗖𝗮𝗿𝗹𝗼𝘀 𝗠𝗲𝘀í𝗮𝘀 𝗭á𝗿𝗮𝘁𝗲
En política pocas veces se escuchan voces que rompen con la diplomacia complaciente. La intervención del alcalde provincial de Huaral, Fernando José Cárdenas, en la reciente sesión sobre las Zonas Económicas Especiales (ZEE) en el Congreso de la República, fue precisamente eso: un discurso directo, cargado de observaciones técnicas, pero sobre todo de verdades que muchos prefieren callar.
Con serenidad, pero también con la firmeza de quien conoce las carencias de su territorio, Cárdenas evidenció lo que por años ha sido un error estructural: el Plan de Desarrollo Urbano (PDU) de Chancay fue concebido sin prever amplias zonas industriales. Una contradicción absurda para un distrito que alberga al megapuerto que marcará la historia económica del país. Lo dijo claro, sin rodeos, frente al propio alcalde de Chancay: recién ahora están corrigiendo un problema que nunca debió existir. Esa precisión es vital, porque devela la miopía con la que se planificó un territorio llamado a convertirse en epicentro logístico del Pacífico.
Pero la exposición no se quedó en la crítica. Cárdenas planteó una visión integral: un desarrollo económico que no solo contemple a Chancay, sino que integre a Huaral, Aucallama y hasta las zonas altoandinas de la provincia. Mencionó, con justa insistencia, la carretera Huaral–Acos–Huallay–Cerro de Pasco, un proyecto nacional dormido por más de una década en los archivos del MTC. Esa vía no es un simple trazo vial: es la columna vertebral que podría conectar la sierra, la selva e incluso Brasil con el megapuerto de Chancay. No atenderla hoy es hipotecar el futuro.
El alcalde también recordó la falta de seriedad del Estado frente a los proyectos de servicios básicos en zonas industriales. Mientras Chancay y Aucallama recibieron anuncios millonarios, Huaral fue marginada. Promesas por más de 800 millones de soles que, a la fecha, no pasan del papel. La pregunta de Cárdenas fue lapidaria: ¿qué pasará si este gobierno acaba y la ANIN desaparece sin ejecutar una sola obra?
Más allá de los tecnicismos, la esencia de su discurso fue política en el sentido más noble de la palabra: la defensa de la provincia como un todo. Frente al centralismo limeño y las disputas distritales, Huaral se mostró como un gobierno local que sigue de cerca los temas, que exige respuestas y que no se deja arrastrar por la pasividad.
La historia recordará que mientras algunos se dedicaban a repetir frases hechas sobre “desarrollo” y “progreso”, un alcalde de provincia tuvo la osadía de hablar claro: que no se puede hablar de Zonas Económicas Especiales si no se resuelven primero las fallas en la planificación urbana, la conectividad vial y la provisión de servicios básicos.
Cárdenas no fue al Congreso a pedir favores, fue a poner sobre la mesa un principio de autoridad: Huaral exige un desarrollo real, no anuncios vacíos. Su intervención marca un precedente: las provincias no son comparsas del centralismo, son actores que piensan, proponen y señalan cuando es necesario.
En un país acostumbrado al silencio cómplice, la voz de Fernando Cárdenas sonó distinta: crítica, histórica y necesaria.