La escena fue desgarradora. En la madrugada fría de Churín, una mujer de la tercera edad agonizaba en la puerta del centro de salud mientras su esposo, con voz quebrada y desesperación en el alma, suplicaba que abrieran las puertas. Pero jamás se abrieron.
“¡Abra la puerta aunque sea para estar adentro!”, imploraba entre lágrimas. Nadie respondió. Desde dentro, el silencio fue más cruel que la misma muerte.
Vecinos grabaron el momento en que, según denunciaron, el personal del centro cerró las puertas y se negó incluso a sacar una camilla. Alegaron que “el personal médico llegaba recién a las 8 de la mañana”. Ocho de la mañana: una hora que para esta mujer nunca llegó.
La impotencia se transformó en rabia e indignación. Otra vida se perdió por la desidia del sistema de salud regional, por un gobierno que promete pero no cumple, que mira hacia otro lado cuando la gente muere en la puerta de un establecimiento público.
Este caso se convierte en un símbolo del abandono que marca la gestión de la gobernadora Rosa Vásquez y del director regional de salud, José Morales De La Cruz, quienes en casi cuatro años de gestión no han hecho nada por garantizar atención oportuna ni digna en los centros de salud de la región.
No hay personal suficiente, no hay medicinas, no hay equipos. Pero sí hay tiempo —y presupuesto— para licitaciones millonarias con sobreprecios escandalosos.
Mientras los poderosos negocian, los pobres mueren esperando una puerta que nunca se abre.
¿Hasta cuándo Rosa Vásquez mantendrá en el cargo a José Morales De La Cruz? ¿Hasta cuándo los alcaldes y consejeros seguirán en silencio ante esta gestión inhumana?
La población ya no puede seguir mirando con resignación. Debe movilizarse, exigir respuestas, y reclamar dignidad.
Porque lo que pasó en Churín no fue una tragedia inevitable. Fue una muerte anunciada, producto de la indolencia, el abandono y la corrupción de un sistema que ya no siente vergüenza.
ENFOQUE REAL 