Emerson Jara
En este 1 de octubre, cuando el calendario patrio se ilumina con la celebración del Día del Periodista Peruano, rendimos homenaje a un oficio que es, en esencia, la conciencia vigilante de la República.
Es una jornada para detener el pulso apresurado de la noticia y reconocer a aquellos que, con la pluma, la cámara o el micrófono, se erigen como custodios de la verdad en el complejo tapiz de nuestra realidad.
El periodismo, es el «mejor oficio del mundo» tal como lo decía Gabriel García Márquez, es en el Perú una travesía diaria por los andes y la costa, la selva y la urbe; es la búsqueda incansable bajo el cielo de un país que a menudo se muestra esquivo con la justicia y la transparencia.
Los periodistas peruanos no solo reportan, sino que desvelan, actuando como el espejo que la sociedad prefiere a veces no mirar. En cada reportaje, en cada entrevista, laten la pasión y el compromiso de quienes saben que «la prensa es la artillería de la libertad,» como lo vislumbró Hans Christian Andersen.
Su labor, a menudo sacrificada y riesgosa, no se mide solo en primicias, sino en la entereza con la que enfrentan la presión, la amenaza o la indiferencia, asimismo, son los intérpretes de la voz popular, los traductores de la complejidad, los faros que nos permiten navegar en la oscuridad de la desinformación, vale recordar en esta fecha importante la palabras de Albert Camus, el garante de la salud cívica: «Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala».
Por ello, hoy elevamos la copa por la nobleza y la valentía de quienes ejercen este arte, recordando que su pluma y su palabra no son un privilegio, sino un servicio vital, que sigan siendo el pulso crítico que el Perú necesita para mirarse, sanarse y avanzar, que su búsqueda de la verdad continúe siendo la brújula moral de nuestra democracia.
¡Viva el periodista del Perú!
¡Viva el periodista de la provincia de Huaral!
¡Viva la libertad de expresión!