Por José Ramos:
Oscar Wilde nos enseña en su ensayo «La decadencia de la mentira» lo siguiente: «Aunque pueda parecer una paradoja -y las paradojas son siempre cosa peligrosas -no por ello es menos cierto que la vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida y SÁBATO nos recuerda siempre que la realidad, en sus múltiples manifestaciones, supera a la ficción más desaforada.
Lo que ha pasado con la señora Gabriela Sevilla, que ha fingido un embarazo, es digno de una novela mexicana o de una novela turca.
Nos encontramos ante un caso típico de una vida imitando una ficción, una novela, una reproducción en formato popular.
Pero más allá de lo anecdótico, es un caso que merece atención clínica, y que pone de manifiesto, una vez más, el tema de la salud mental en nuestro país y su casi nula atención por parte del Estado.
Que motivó a esta joven y guapa mujer a simular un embarazo, qué insondables emociones y pensamientos la condujeron a perpetrar un hecho tan absurdo, que recónditos sentimientos albergaba en su alma, al momento de decidir engañar a todo el mundo.
Podemos juzgarla y condenarla a priori, sin haber buceado previamente en los más profundos e insondables océanos de su tortuosa alma; creo que no, yo siento una gran compasión, es un ser humano que está enfermo, que no acepta su realidad y que, en un momento de desesperación, como un náufrago, se aferró a una tabla de salvación, fingiendo un embarazo, ya sea por retener un amor o por engañarse a sí misma.
Si lo hizo por amor está justificada, si está enferma, cómo creo que lo está, es inimputable, al fin de cuenta, ¿Quiénes somos nosotros para juzgarla?, aquel que esté libre de pecados que tire la primera piedra nos enseña Jesús en los evangelios.
Hay que recordar siempre que una vida sin amor, no sería vida. Que se cometan este tipo de locuras por Amor, es algo que me devuelve la fe en la humanidad, ya que nos aparta, aunque sea por breves momentos, de la insoportable levedad del ser y de la espantosa medianía y de la mediocridad horrorosa de toda sabiduría práctica
Si Gabriela lo hizo por amor, para mí está justificada, así la condene el derecho y está sociedad llena de doblez e hipocresía.