La muerte de «nano» Guerra García

POR JOSE RAMOS CASAZOLA:

No soy fujimorista, porque detesto las dictaduras, de cualquier índole, odio el fanatismo y la intolerancia, tan nefastos, sean de izquierda o de derecha.

Sin embargo, la muerte de Nano Guerra, no me alegra, en lo absoluto, porque creo, cómo Schopenhauer, que la muerte de un solo hombre, es la muerte de todos los hombres.

He leído comentarios, de toda índole, de hombres, mujeres, jóvenes, adultos, que se alegran y denostan del occiso, con un odio patólogico, visceral, con una insensibilidad aterradora, con un desprecio absoluto por la vida, por los deudos.

Yo entiendo, cómo diría Borges en una Milonga, que no hay cosa como la muerte para mejorar la gente y que un rufián muerto sigue siendo un rufián, sin embargo, creo, que es una clara señal de una sociedad fragmentada, dividida, escindida, enferma, el solazarse con la muerte de un ser humano, así sea nuestro enemigo o rival político o profese una ideología contraria a la nuestra.

Estoy seguro de que muchos, que hoy día se alegran, vituperan y agravian al finado Nano Guerra; el primero de Octubre empezarán a escuchar las novenas del Señor de los Milagros y serán los primeros en ir a la procesión e inclusive llevarán el hábito del Cristo de Pachacamilla.

Y, es que, hemos perdido o quizás nunca hemos entendido, a cabalidad, el cristianismo, su ética cristiana, su doctrina del perdón que anula el pasado, como diría Wilde en su célebre De Profundis, su principio fundamental de amor al prójimo.

Hablar mal de un muerto, envilece al ser humano.

Soy consciente de que Nano Guerra, se ganó a pulso el odio de los antifujimoristas, pero su alma ya se desprendió de su cuerpo y ese solo hecho deberia servir para respetar el dolor de quienes lo han perdido.

Si hay algo que esta, inesperada, partida, nos puede dejar, es el hecho de que entendamos, de una vez, que hay un Perú profundo que espera justicia y mejores condiciones de vida.

Por esas paradojas de la vida, y por esas ironías del destino, las puertas de las olvidadas, Postas de Salud de Islay, se le cerraron a Nano Guerra, como recordándole que, el destino suele ser despiadado con nuestras mínimas distracciones y que mientras no conciliemos la justicia con la Libertad seguiremos fracasando como país.