Por su cercanía a la capital del país, Huaral se ha convertido en una ciudad ideal para pasar un fin de semana. Cuenta con atractivos turísticos como el Castillo de Chancay, los Humedales de Santa Rosa, y con el riquísimo chancho al palo, considerado como su plato de bandera. Sin embargo, la otra cara de la moneda es el acelerado crecimiento poblacional que acarrea una gran informalidad, lotización de campos agrícolas, falta de servicios como el agua, urbanizaciones sin planificación, condominios en predios agrícolas, etc.
El valle cuenta con aproximadamente 24 000 hectáreas desde las orillas del mar hasta la zona altoandina y se ha caracterizado por producir básicamente frutas (manzana, melocotón, mandarina, níspero, pacae, palto, arándanos, caqui, entre otros) y cultivos de panllevar, siendo el principal mercado Lima.
Déficit hídrico
El valle cuenta con el río Chancay como principal proveedor de agua tanto para la ciudad, industria y agricultura. Asimismo, posee varias represas en las alturas construidas en 1920 (presidente Augusto B. Leguía), y desde esa fecha no se ha tomado la previsión de contar con nuevos embalses.
La temporada de estiaje en el valle se inicia generalmente en septiembre y dura hasta diciembre, y es regulado por la salida de agua de las lagunas. El tema central de las conversaciones de los productores agrarios de Huaral es siempre el recurso hídrico, fundamental para el desarrollo de los cultivos.
Este año, el caudal del río Chancay en la época de estiaje fue de 6.9 metros cúbicos por segundo, considerado como normal en años pasados, pero hoy con una población en aumento, y con una mayor área agrícola, el volumen del agua es insuficiente.
Durante el 2021 los turnos fueron entre 25 y 30 días, y el año pasado pasaron de 25 a 35 días, siendo la zona más afectada la Irrigación de La Esperanza, que cuenta con suelos arenosos y con fuerte presencia de cascajo. En esta zona hay cerca de 3800 ha, con un promedio de 4.48 ha por agricultor y el principal cultivo es la mandarina (Satsuma, Honey Murcott, Malvasio, entre otras variedades), seguido del palto, manzana, mango, pitahaya, caqui, etc.
La tormenta perfecta
Las lluvias siempre o casi siempre se definían después del 8 de diciembre, lo que en cierta forma daba un alivio a los agricultores. Sin embargo, este año debido al retraso de las lluvias (estas recién llegaron después de la primera quincena de enero), los productores agrarios tradicionales con riego por gravedad y los tecnificados con sistema de riego se vieron perjudicados, ya que la falta de lluvias se dio durante la floración y cuajado de los cultivos, lo que provocó una fuerte caída de las flores y frutos pequeños de mandarina y palto, cuyos cultivos son sensibles al estrés hídrico.
A nivel de cultivos tecnificados, los embalses construidos no permitieron cubrir la demanda hídrica. En el caso de cultivos bajo riego por gravedad, los frutos de mandarina no llegaron al calibre deseado, el brotamiento fue débil y se ha tenido una fuerte presión de ácaro del tostado lo que ha conllevado a cosechar la fruta y enterrarla para que no se incrementen los niveles de mosca de la fruta.
Asimismo, los bajos niveles de fertilización, originados por el incremento de costos de los insumos, hizo que muchos productores utilicen guano de corral u orines de las granjas de chancho como fertilizantes. Esto conllevó a una baja calidad del cítrico, una mala poscosecha (con poca duración) y frutas pequeñas.
Otro punto son los precios de la fruta. Por ejemplo, la temporada de cosechas (diciembre-febrero) de las variedades de mandarina como Satsuma Okitsu y Malvasio arrancaron con buenos precios, pero este año coincidió con el período prolongado de huelgas en el sur del país. Por ello la demanda se vio afectada llegando la mandarina Malvasio al productor a un precio de S/1.30. Hay que tener en cuenta que, si bien es cierto que el flujo de venta de la fruta llega a Lima, esta se distribuye en todo el país.
Para cerrar el pastel, las variedades de período largo como la Río de Oro (Honey Murcott), W. Murcott y Malvasio fueron los más afectados por el Cladosporium, un hongo filamentoso que produce un fuerte manchado de la fruta y requiere de aplicaciones periódicas, lo que contribuye a incrementar el costo de producción.
Este cúmulo de problemas hace que muchos agricultores traten de ver otras alternativas de oficios para vivir, como las canchas de fulbito, ferreterías, como una salida a la crisis que se inició con el alza de los fertilizantes.
Por lo expuesto, surge la necesidad de atender el sector agrícola, y fomentar el uso eficiente del agua; dado que este es uno de los sectores que genera mayor oferta de empleo.