La reciente movida en Lima Provincias confirma lo que era un secreto a voces: Vivían Olivos nunca fue una prioridad para Fuerza Popular, sino una pieza de ajedrez desechable en función de oscuros pactos de poder.
El partido, cuya historia está manchada por la corrupción y el cálculo político, expone la fragilidad de las alianzas basadas en el interés y no en la convicción o el mérito partidario.
La candidatura de Olivos a congresista fue, desde el inicio, una concesión: una maniobra forzada para contentar a Elard Melgar, el influyente empresario ganadero con quien Olivos mantiene un vínculo de hace años.
Este favor político demostró que su inclusión en las listas no se debió a su arraigo o valor estratégico, sino a la necesidad de pagar cuentas con poderes fácticos externos al partido.
El anuncio de Gisela Andrade de Álvarez, esposa del alcalde de Chancay, como nueva precandidata a diputada por Lima Provincias, es el golpe de gracia para Olivos. Su regreso al Fujimorismo no solo la desplaza, sino que marca el fin de su breve utilidad.
El partido, que opera bajo el pragmatismo, ha encontrado una nueva figura con mayor peso territorial e influencia política inmediata.
La realidad sobre la posición de Vivían Olivos en el Fujimorismo es contundente: ella nunca fue parte del círculo de confianza de la cúpula. La propia Keiko Fujimori jamás la consideró, ni atendió sus llamadas, ni coordinó asuntos importantes del partido con ella. Olivos fue tolerada, no integrada, manteniendo una distancia que hoy facilita su exclusión sin generar mayores fracturas internas.
El desenlace es innegable: Vivían Olivos ya no le sirve a Fuerza Popular. Su destino como figura prescindible se sella con el horizonte de las elecciones regionales de 2026.
▶️ Aunque Olivos insista en su poder sobre las bases, la élite fujimorista, incluido Santiago Cano, ya mira hacia adelante, confirmando que la ‘lealtad’ en este partido es un contrato temporal que se rompe cuando la utilidad se agota.
Fuente: ARV+ Noticias
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