La reciente aparición de la congresista Patricia Chirinos en Ventanilla, donde fue recibida entre aplausos, selfies y piropos mientras repartía besos al público, revela una estrategia política diseñada para fortalecer su presencia en un distrito clave. Aunque el gesto generó simpatía entre algunos vecinos, también despertó controversia en redes sociales, donde el acto fue interpretado por diversos usuarios como una táctica populista para captar votos de cara a una eventual campaña.
El estilo utilizado – gestos afectivos, cercanía física y una actitud festiva – apunta a reforzar una imagen más cálida y accesible frente a un electorado que suele reclamar presencia territorial de sus autoridades. Sin embargo, esta misma fórmula abre debate sobre los límites entre la cercanía política y el espectáculo, así como sobre la pertinencia de estas demostraciones en un contexto en el que la ciudadanía exige resultados concretos y transparencia.
La visita de Chirinos, más allá de las sonrisas y elogios, evidencia cómo algunos actores políticos priorizan recursos emocionales y visuales para marcar presencia mediática en zonas donde la competencia electoral suele ser intensa. El impacto real de estas acciones en la percepción ciudadana queda sujeto al escrutinio público, que cada vez observa con más atención la diferencia entre la popularidad momentánea y el trabajo legislativo sostenido.