¿Vocación de servicio o vocación de poder?

Por Francisco Diez-Canseco Távara

La elección general del 2026 no solo definirá quién gobernará el país, sino que está revelando, desde ya, una profunda crisis en la política peruana. Más allá de discursos y promesas, la proliferación de candidaturas, alianzas frágiles y renuncias tempranas evidencia un rasgo preocupante: una clara vocación de poder que ha desplazado a la vocación de servicio.

Nunca antes habíamos visto un escenario tan fragmentado y, al mismo tiempo, tan carente de propuestas estructurales. Los aspirantes aparecen y desaparecen con rapidez, no por debates ideológicos ni por discrepancias programáticas, sino por cálculos personales, encuestas adversas o negociaciones de último minuto. La política se ha convertido en una plataforma para acceder al poder, no en un espacio para asumir responsabilidades frente a la Nación.

La vocación de servicio implica sacrificio, coherencia y compromiso con el bien común, incluso cuando ello supone costos personales o políticos. Sin embargo, lo que observamos es lo contrario: candidaturas construidas alrededor de egos, marketing electoral y oportunismo. Se habla mucho de liderazgo, pero poco de deber. Se invoca al pueblo, pero se legisla y gobierna de espaldas a él.

El proceso rumbo al 2026 refleja además una alarmante desconexión entre los problemas reales del país y las prioridades de quienes buscan gobernarlo. Inseguridad ciudadana, corrupción sistémica, informalidad económica y colapso institucional siguen siendo temas recurrentes en el discurso, pero ausentes en propuestas concretas y viables. La política se ha vuelto reactiva, superficial y cortoplacista.

Esta vocación de poder se manifiesta también en la ausencia de rendición de cuentas. Muchos de los actores que hoy aspiran a cargos mayores ya han ocupado posiciones de decisión, sin que se hagan responsables de sus fracasos o silencios. Cambian de partido, de narrativa y de aliados, pero no de prácticas. El problema no es la falta de experiencia, sino la falta de ética pública.

El Perú no necesita más candidatos; necesita servidores públicos. Personas dispuestas a anteponer el interés nacional a la ambición personal, a construir instituciones sólidas y a asumir el mandato popular como un encargo moral, no como un botín. La elección del 2026 será, en ese sentido, una prueba decisiva.

O recuperamos la vocación de servicio como eje de la política, como plantea Perú Acción, o seguiremos atrapados en un ciclo de poder sin propósito, donde los cargos se disputan con vehemencia, pero el país queda, una vez más, abandonado.

(*) Presidente de Perú Acción

Presidente del Consejo por La Paz

Deja un comentario