Me contó una vez, mi colombroño, el padre Pepe, que cuando estuvo en Colombia, todo el mundo le decía doctor, y él, muy preocupado, le dijo a un a amigo que porque le decían Doctor si él era sacerdote y el colombiano, muy suelto de hueso, le contestó: «no se preocupe padrecito que aquí a cualquier hijo de puta le dicen doctor”; me reí tanto con el padre Pepe, aquella mañana, que hasta ahora recuerdo, como si fuera ayer, esa deliciosa anécdota.
Pero, ¿por qué la traigo a colación? es que me parece ridículo, absurdo e insensato que en cada campaña electoral se vuelva con el sambenito de que «fulanito no es doctor, que sutanito no es Doctor y que menganito no es Doctor, pero que sin embargo aparecen o se hacen llamar doctor ante la opinión pública».
Lo que no entienden, algunos mentecatos, es que, en el Perú y otros países de habla hispana, no solo se le dice doctor a quien tiene el grado académico del doctorado, bien merecido por supuesto, sino que en el habla popular e inclusive en el habla culta, se le llama de esa manera, principalmente, a los médicos, abogados, y también a las personas que tienen alguna autoridad, ya sea moral, eclesiástica, política o de alguna otra índole,
Por ejemplo, en mi caso, yo solo tengo el bachiller en derecho y el título de abogado, sin embargo, la gran mayoría de huaralinos me dicen Doctor, se imaginan ustedes, la tortura china que sería para mí, que desde que me levanto, a las 6 de la mañana, hasta que me acuesto, decirles a todos los que me saludan «un momentito yo no y soy doctor, dime abogado, o simplemente Pepe’, sería tan absurdo, tan estólido, tan insensato ir contra el habla popular.
Yo estoy seguro que, aquellos que critican al Dr. Díaz, al Dr. Cárdenas, al Dr. Lucho De La Lama, al Dr. Oriundo, al Dr. Roldán, porque le dicen doctor, o porque su propaganda dice Dr., estoy convencido que cuando se encuentran con un abogado o algún médico también le dicen, doctor. Y es que en el Perú todos nos doctoreamos, nos guste o no.
Pero así somos los huaralinos, queremos ser más papistas que el papa.
Como colofón, me da igual que me digan doctor, abogado o simplemente Pepe, pero si me gustaría, que algún día, me dijeran SEÑOR, es un título que pocos se lo merecen.