Todo ocurrió el 28 de diciembre. Jossimar habría aprovechado que su madre salió de casa para dispararle en la cabeza a su padre Sabino Quea. El motivo: no quiso adelantarle la herencia a su hijo.
Al regresar, Marciana Quea, esposa de Sabino y madre de Jossimar, vio la terrible escena. Su esposo estaba muerto en la sala. En lugar de llamar a la policía y entregar a su hijo, le ayudó a esconder el cadáver en la lavandería. Durmieron con el cuerpo en casa.
Al día siguiente con ayuda de otros familiares, según la confesión de Marciana, llevaron el cadáver hasta un corralón en Carabayllo donde lo enterraron.
El 30 de diciembre Marciana denunció ante la policía la desaparición de Sabino, pese a que sabía toda la verdad. A los días, desde Arequipa llegaron los hermanos del empresario muerto para ayudar en la búsqueda. Marciana se sumó pegando afiches.
Pero la culpa no la dejó vivir en paz y, tras la presión de los hermanos de Sabino, confesó que el cuerpo había sido enterrado en la esquina de un corralón de Carabayllo muy cerca al río Chillón.
El cadáver de Sabino fue encontrado con las manos amarradas y envuelto en varias bolsas de plástico como si se tratara de un fardo funerario. También se encontró el arma con la que lo mataron, pero no había ningún sospechoso detenido.
Hasta que el martes 9 de enero, policías del Depincri de Bellavista detuvieron preliminarmente a Jossimar por 7 días. Ahora, desde un calabozo, tendrá que revelar si es que otros familiares estuvieron involucrados en la desaparición del cuerpo de su padre.