Lo ocurrido en Chancay no es un simple error administrativo. Es una señal alarmante de pérdida de humanidad y de sentido básico de servicio público.
La población chancayana ha sido testigo de una de las actitudes más frías e insensibles por parte de sus autoridades municipales en un momento de tragedia.
Tras el brutal triple homicidio ocurrido en Huaral, las familias destrozadas por el dolor acudieron a la Municipalidad Distrital de Chancay solicitando un acto mínimo de apoyo: la donación de tres nichos para brindar cristiana sepultura a las víctimas.
Pero ese pedido urgente, humano y totalmente legítimo fue ignorado por el alcalde Juan Álvarez Andrade (Juanelo) y por todo su cuerpo de regidores. No hubo respuesta, no hubo sensibilidad, no hubo compasión. Solo indiferencia.
Mientras Chancay se sumergía en excusas y apatía, la reacción del alcalde provincial de Huaral, Fernando Cárdenas, fue inmediata y ejemplar. Entendiendo que la tragedia no espera trámites ni excusas, dispuso la donación de los tres nichos para las víctimas. Huaral respondió con humanidad, con decencia y con sentido social.
Este contraste dejó desnuda a la Municipalidad de Chancay: una institución que, frente al sufrimiento real de su gente, decidió no actuar. Huaral hizo lo que Chancay se negó a hacer.
La indignación ciudadana se multiplicó cuando el regidor Chancayano Jhonny del Río decidió no sólo justificar la inacción municipal, sino atacar a quienes sí ofrecieron ayuda, ya que, en declaraciones lamentables, aseguró que la donación de Huaral habría sido un “aprovechamiento político”. Una afirmación que, en un contexto de tragedia, no solo es torpe: es moralmente deplorable.
Porque, ¿cómo puede hablar de “aprovechamiento político” alguien que, como regidor de Chancay, no movió un solo dedo para atender la desesperada solicitud de las familias?
¿Con qué autoridad moral crítica la solidaridad ajena quien ni siquiera fue capaz de exigir humanidad dentro de su propia municipalidad?
Del Río se apresuró en alegar que en Chancay “no había tiempo” para realizar trámites administrativos ni aprobar la donación de nichos en una sesión de concejo.
Un argumento que solo evidencia:
1,-Desconocimiento de la normativa, pues en situaciones de emergencia la ley permite actuar de inmediato y regularizar posteriormente la donación.
2.-O una defensa política ciega, intentando proteger al alcalde Juan Álvarez Andrade en lugar de reconocer la falta de humanidad demostrada por la gestión.
En cualquiera de los dos casos —ignorancia o sumisión política—, el resultado fue el mismo:
Las familias quedaron abandonadas y la Municipalidad de Chancay quedó expuesta como una institución incapaz de mostrar solidaridad.
Peor aún, el regidor intentó voltear la narrativa, acusando a Huaral de “hacer política”, cuando en realidad lo que hizo fue: llenar el vacío moral que dejó Chancay.
CUANDO SE DEFIENDE LO INDEFENDIBLE
El intento de Jhonny Del Río por desacreditar el gesto humanitario de Huaral terminó evidenciando su propia falta de ética.
Mientras él buscaba excusas, Huaral mostraba empatía.
Mientras él acusaba sin sustento, Huaral resolvía.
Mientras él justificaba la indiferencia de su alcalde, Huaral actuaba con humanidad.
El regidor se mostró leal a su alcalde Juanelo, sí…pero completamente desleal a su pueblo.
La actitud del alcalde Juan Álvarez Andrade, la pasividad del cuerpo de regidores y la defensa insostenible de Johnny del Río han dejado en evidencia una verdad dolorosa:
Las autoridades de Chancay fallaron en el momento en que más debían demostrar humanidad.
Ya no se trata de política.
Ya no se trata de administración.
Se trata de un quiebre ético y moral, porque una autoridad que no es capaz de solidarizarse con familias que acaban de perder a sus seres queridos de manera brutal, una autoridad que ante la muerte se muestra indiferente, una autoridad que se esconde detrás de excusas administrativas, no merece representar a su población.



