Por: Carlos Mesías Zárate
Promete, miente, se exhibe… y luego desaparece. Esa es la secuencia repetitiva con la que Rosa Vásquez Cuadrado ha conducido la región Lima desde hace casi tres años. Y Huaral, una de las provincias más golpeadas por su gestión, vuelve a ser víctima de este patrón vergonzoso: el proyecto del nuevo Hospital de Huaral —una necesidad crítica, impostergable y de carácter vital— ha sido, nuevamente, sepultado por la inoperancia administrativa y el cinismo de una autoridad que ha hecho de la mentira una herramienta de poder.
En lugar de cumplir con los requerimientos básicos exigidos por el Programa Nacional de Inversiones en Salud (PRONIS), como la entrega de un terreno debidamente saneado, Rosa Vásquez ha optado por la simulación: una resolución sin efectos jurídicos, un acto simbólico sin sustancia legal y una fotografía cuidadosamente dirigida a sus medios afines. Nada más. El plazo venció en junio. No hay terreno. No hay expediente. No hay avances. Solo hay desidia, desprecio y una burla institucionalizada.
Resulta insultante que, mientras miles de huaralinos reciben atención en un hospital obsoleto, colapsado y carente de condiciones mínimas, la máxima autoridad regional juegue a las apariencias, recurra al falso protagonismo mediático y se escude en declaraciones vacías para encubrir lo evidente: no tiene voluntad política de cumplir con Huaral. Nunca la tuvo.
Este comportamiento no es casual. La gobernadora ha institucionalizado el incumplimiento. Promete obras que no ejecuta, traslada responsabilidades que le corresponden y se victimiza cuando se le exige rendición de cuentas. Ha perfeccionado la política del simulacro: donde todo parece avanzar, pero nada se concreta.
Pero lo más grave es su capacidad para mentir con total frialdad. Lo hace con cinismo, incluso en temas tan sensibles como la salud pública. Y mientras tanto, ensaya un salto político hacia el Congreso, como si haberle fallado a toda una provincia fuera parte de un currículo electoral aplaudible. La desvergüenza ya no tiene límites.
Huaral ha sido paciente. Ha esperado con esperanza. Ha confiado. Pero el tiempo ha pasado y la realidad es innegable: Rosa Vásquez no ha hecho absolutamente nada por esta provincia. Ni en salud, ni en educación, ni en infraestructura. No hay una sola obra emblemática. No hay legado. Solo hay frustración y abandono. Y, lo más indignante, no hay consecuencias. Eso es lo que ya no tiene perdón.
Esta editorial no es solo una crítica: es un llamado a la memoria colectiva y a la acción cívica. No podemos permitir que la mentira institucionalizada sea premiada con más poder. La ciudadanía merece respeto, no una gobernadora que solo aparece para posar y desaparece cuando hay que responder.
Para colmo, el Gobierno Regional de Lima anuncia ahora que esta semana se anunciarán avances significativos en el hospital de Huacho. Una inversión también necesaria y merecida, sí. Pero el contraste es brutal. La discriminación estructural hacia Huaral queda en evidencia una vez más. Mientras una provincia avanza, otra queda sumida en la postergación sistemática. Y lo peor es que esa discriminación viene desde el mismo corazón del Ejecutivo regional.
Esto, señora Vásquez, no solo es imperdonable. Es inaceptable.

